Tuesday, November 10, 2009

La Presidente argentina llora porque "la quieren desestabilizar"

Sobre el "plan de desestabilización" que imagina la Presidente (publicado en la versión online del diario La Nación ) me vienen al alma algunas impresiones contradictorias, o quizás no tanto.
En primer lugar, por una vez creo que le doy la razón a la Presidente en sus lacrimógenas echadas de culpa. "Tenemos situaciones provocadas, y estoy hablando de provocadas en términos literales, de provocación", insistió. Y agregó que también había "situaciones reales" que debían ser contempladas. Fue entonces cuando acusó a los medios, a quienes les recomendó "separar la paja del trigo" e informar con "claridad".
No me cabe duda -es más, estoy totalmente convencida de que es así- que alguien está azuzando el descontento general, frente a un cambio legislativo que está próximo a darse (dentro de un mes el oficialismo pierde su amplia mayoría legislativa) y a punto de entrar a un período de algo así como un año y medio que se avecina plagado de cruces con fines de campaña política.
Pero también se me ocurre pensar que esas maniobras desestabilizadoras quizás fueran más difíciles de lograr si la Presidente lograra convencer al pueblo ("su" pueblo, según cada tanto gusta de decir) de que ella lo acompaña en sus esfuerzos; si en lugar de decir una sarta de bobaliconadas cada vez que abre la boca, hiciera anuncios reales, diera mensajes concretos, creíbles y relevantes para la realidad social que vive el país; si en lugar de ir a eventos internacionales diez días antes de la fecha prevista para la correspondiente actividad con objeto de salir de shopping, y en lugar de exhibir costosísimas carteras, zapatos y trajecitos distintos en cada aparición pública, su pueblo la viera como una persona moderada, con un rumbo claro y capaz de tomar decisiones fundamentales y fundamentadas, explicando claramente esos fundamentos sin necesidad de recurrir a agresiones o victimizaciones mediáticas innecesarias. Si, en definitiva, se la viera con un discurso razonado en lugar de un discurso histérico...

Creo cada vez más que la sociedad en general (y con este término un poco abstracto me refiero a las personas que habitan este país) está buscando un o una líder en quien puedan confiar; es cierto que somos un país acostumbrado al caudillismo, y que eso no parece una fórmula adecuada para garantizar una larga y saludable vida democrática. Pero también es cierto que sólo un caudillo (un líder, en definitiva) puede sacarnos del letargo, arrastrando tras de sí la voluntad de cambio. Encontrar ese líder, o que éste se presente, y no use el poder que su carisma le de para perpetuar o perpetuarse en un eterno retorno es el gran desafío...